En el mundo del deporte, sobre todo cuando hablamos de alto rendimiento (o casi), llega un momento en el cual, el deportista, debe tomar una serie de decisiones que le van a permitir la posibilidad de luchar o no por sus sueños, que suelen ser el convertirse en deportista profesional. Es en este instante cuando la madurez entra en juego haciendo a uno reflexionar acerca de los valores y las motivaciones que le mueven a practicar el deporte que realiza, y sobre todo, de si está dispuesto a saber competir o rendir a cualquier precio.
Este tipo de consideraciones suelen aparecer, sobre todo, en deportes individuales como por ejemplo el tenis, donde la madurez muchas veces llega, de manera forzada, cuando el tenista o la tenista apenas tiene 10 años.
Muchas veces ocurre en esta edad (categoría alevín) en el que el entorno de los niños y niñas sugiere la idea de que para poder ser profesionales, los deportistas tienen que decidir si quieren o no dar un paso más para dedicarse a pleno rendimiento a su desarrollo como tenista, (con todo lo que conlleva), o por el contrario, si prefieren seguir entrenando y compitiendo de la misma forma. A este paso, muchos entrenadores lo llaman «interiorizar», es decir, hacer propia la actitud, el esfuerzo y la dedicación para el cumplimiento de objetivos y asentar todos estos conceptos de manera profunda e íntima en la mente y en el corazón.
¿Cómo podemos ayudar desde nuestra posición a estos jóvenes deportistas? Lo más importante de todo es enseñarle a divertirse jugando y también, a enseñarle a saber competir.
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Saber competir VS Rendir a cualquier precio
Desde la posición del entrenador, es fundamental incidir en el trabajo de objetivos, no sólo tácticos, técnicos y físicos, sino también en el cuidado de las expectativas y de los logros que, en este caso, el tenista quiere alcanzar. Cuando uno entra en la pista, debe preguntarse “¿qué quiero conseguir hoy?”. Es importante establecer objetivos a corto, medio y largo plazo. Este último cualquier tenista lo tiene claro: ser profesional y estar entre los primeros 100 tenistas del mundo. El problema llega a la hora de establecer metas a corto y medio plazo: “¿qué quiero conseguir esta temporada?”, “la temporada que viene quiero competir por Europa”. Los entrenadores deben tener cuidado en no incidir tanto en cumplir objetivos de resultado y por el contrario, sí hacerlo con objetivos de rendimiento. Hay que recordar que el alevín tiene apenas 10 años y el objetivo principal es saber competir y no rendir a cualquier precio.
En otro plano, está nuestro trabajo como psicólogos deportivos, el cual, estará centrado en interiorizar todos los conceptos que intervienen en el rendimiento deportivo del tenista: esfuerzo, trabajo, constancia, atención, concentración, activación, satisfacción, diversión, bienestar… Conseguir que todos estos valores y habilidades fluyan es nuestra mayor meta.
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Y por último, los padres. Si quieren ayudar al crecimiento deportivo de su hijo, entonces deben respetar las decisiones del entrenador y nunca cuestionar su método de enseñanza. Hay que recordar que él es el profesional y nosotros los padres del deportista. Cada uno tiene y su rol, y ambos, son fundamentales para el crecimiento del tenista en este caso. El papel del padre y de la madre tiene que ir dirigido a dar cariño, apoyo moral, amor… todo lo necesario para que el hijo o hija siga divirtiéndose con su tenis. En ningún caso debemos dar la sensación de presión, pues en estas edades tan tempranas, parte del autoestima de los hijos está formada por la opinión de los progenitores. Los padres también pueden enseñar a su retoño a saber competir trabajando, esforzándose y divirtiéndose.
El objetivo tiene que estar claro para poder remar en la misma dirección. Debemos enseñar al deportista a saber competir y no a rendir a cualquier precio.
Por Fernando Callejo