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La Psicología de la automotivación

Hace unos meses atrás se trató el tema del proceso motivacional, en el que se explicaba como el grado de atracción de nuestra meta a alcanzar y las probabilidades que tuviéramos de alcanzarla, influyen en el nivel de motivación subyacente. Bien, en esta ocasión vamos a ir un paso más allá y vamos a hablar de la automotivación y de cómo podemos automotivarnos.

Como fuente de inspiración para este artículo, he empleado un vídeo que cualquiera puede ver en YouTube titulado “The pschology of self-motivation” lo que traducido al castellano viene siendo “La psicología de la automotivación”. A este vídeo llegué por causalidad, cuando me estaba informando acerca de la motivación para preparar una dinámica grupal en jugadores de fútbol. ¿La verdad? me sorprendió cómo Scott Geller (el ponente de la charla), utiliza un vocabulario muy sencillo para denominar conceptos psicológicos algo más complejos. Vamos allá.

¿En qué consiste la automotivación?

Lo primero que tenemos que entender es que la motivación está guiada por las consecuencias de las acciones (lo que nosotros llamamos el grado de atracción del objetivo), de manera que si percibimos que estamos trabajando para obtener una consecuencia agradable nos sentiremos bien con nosotros mismos y nuestro automotivación se verá beneficiada. Sin embargo, si percibimos que estamos trabajando para evitar una consecuencia negativa, sentiremos que estamos siendo controlados por la consecuencia y no estaremos a gusto con nosotros mismos, es decir, que se reducirá nuestra automotivación.

Puesto que las consecuencias van a guiar la motivación, cada vez que nos iniciemos en un proyecto deberíamos de elegir hacia qué tipo de consecuencias nos dirigimos y que meta queremos alcanzar. Si hemos sentido autonomía para elegir lo que queremos conseguir, significa que sentimos que tenemos el poder de elección sobre las consecuencias (automotivación).

Bien, llegados a este punto, retomamos un concepto comentado con anterioridad, la probabilidad que tenemos de alcanzarlo (para los psicólogos, la expectativa de consecución o la autoeficacia). Si nos sentimos capacitados para poder alcanzar el objetivo que nosotros mismos nos hemos marcado (la elección), tendremos un sentimiento de competencia mayor, es decir, nos sentiremos competentes para realizar las acciones pertinentes que nos lleven hasta la consecución de nuestro objetivo.

Ahora bien, cuando nos sentimos autónomos en nuestra elección y además nos sentimos competentes sobre lo que tenemos que hacer, llegamos a un punto en el que nos sentimos con el poder y la capacidad suficiente para afrontar la situación (lo que los psicólogos llamamos, empoderamiento).

El poder de la automotivación

Resumiendo, para hablar de automotivación necesitamos sentir que tenemos elección sobre la consecuencia que queremos alcanzar y que somos capaces de alcanzarla. Estos dos elementos combinados nos darán el poder suficiente para llevar a cabo las acciones pertinentes. Sin embargo, ¿cómo saber si estamos automotivados?, aquí es dónde el profesor Scott Geller nos propone que nos realicemos a nosotros mismos 3 sencillas preguntas, a las que podamos responder con un “sí” o un “no”, y a las que yo, a título personal, voy a añadir una cuarta, que curiosamente será la primera que nos tengamos que hacer.

  1. ¿Qué quiero conseguir?, en relación a la autonomía de nuestra elección.
  2. ¿Puedo hacerlo?, en relación a la autoeficacia.
  3. ¿Funcionará?, es decir, creer que hacerlo te llevará al éxito.
  4. ¿Vale la pena?, en relación a si las consecuencias merecen la pena.

Si la respuesta las 3 últimas preguntas es si, significa que nos sentimos competentes para alcanzar nuestra meta marcada, que cómo la hemos elegido nosotros mismos nos aporta el poder de la elección, y cómo ya sabemos, estos dos elementos juntos nos aportan una mayor automotivación.

En un contexto más práctico dentro del fútbol, es posible que a veces se perciba que ciertos jugadores no tienen la motivación óptima. Esto es porque alguno de los elementos que se han mencionado está fallando. Puede ser cualquiera de ellos, pero con que solo uno no esté adecuadamente ajustado, repercutirá negativamente en el resto.

Para abordar el primer elemento, la autonomía en nuestra decisión, un buen punto de partida sería hacer partícipes a los jugadores de la elección de lo que se quiere lograr, es decir, permitirles que perciban ese protagonismo en la capacidad de elección.

Para abordar el segundo elemento, la autoeficacia, podemos hacernos una pregunta antes que la de: ¿puedo hacerlo?; esta pregunta que podríais usar sería: ¿tengo el entrenamiento y el conocimiento necesario para hacerlo? Puesto que es posible que el jugador en cuestión no se vea así mismo incapaz de hacer lo que se le está pidiendo y necesite más entrenamiento y conocimiento para alcanzar un estado óptimo de autoeficacia.

En relación al tercer elemento, depende directamente del segundo elemento y si éste no está en niveles óptimos, no creeremos que realmente lo que vamos a hacer nos llevará al objetivo.

Por último, para trabajar el cuarto elemento, simplemente tenemos que enfocarnos en si la consecuencia realmente vale la pena. Por ejemplo, muchas veces se enfocan los partidos para no perder ese partido en cuestión, con lo que estamos trabajando para evitar una consecuencia alcanzable ¿y qué pasaba cuando trabajamos para esto?. En vez de enfocar este partido para no perder, debemos enfocarlo siempre para ganar, puesto que ganar es una consecuencia agradable y estaríamos trabajando para alcanzar una consecuencia positiva y así cerrar el ciclo de la automotivación propuesto por el profesos Scott Geller.

Recordad, dado que las consecuencias guían nuestra motivación, es mejor fomentar mentalidades de buscadores de éxito y no de evitadores del fracaso.

Por Diego Martínez Molinero

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