Los jóvenes deportistas observan en muchas ocasiones como las indicaciones dadas por sus padres entran en conflicto con las directrices que les ha dado anteriormente su entrenador, generando en ellos una gran indecisión al no saber a quién deben hacer caso. Estas situaciones no son menores en el fútbol, pudiendo observar con mucha frecuencia como algunos padres gritan a sus hijos indicaciones desde la grada de manera constante sobre la forma en que deberían jugar o corrigiendo continuamente las acciones que estos realizan. Hoy hablamos de los padres-entrenadores.
Los padres son los principales responsables de la educación de sus hijos, pero en muchas ocasiones, debido a la falta de dominio sobre algunas materias, ponen en manos de otros profesionales, expertos en estos temas, la educación de sus hijos (les llevan al colegio para que les enseñen las materias básicas, les inscriben en una academia de idiomas para que una persona bilingüe les ayude con el inglés, etc.).
Con la actividad deportiva ocurre de forma similar. Los padres apuntan a sus hijos a una escuela de fútbol para que un profesional formado les enseñe a potenciar sus habilidades, a mejorar en el juego y a fomentar una serie de valores. Por ello es importante depositar la confianza suficiente en los entrenadores, ya que son personas que han sido formadas específicamente en ese ámbito a nivel profesional y que habitualmente tienen la experiencia necesaria para llevar a cabo el entrenamiento de jóvenes deportistas.
Padres-entrenadores
La desconfianza en el entrenador puede generar problemas incluso para el propio deportista, ya que ante el más mínimo error que pueda cometer esta persona, pueden surgir creencias erróneas sobre su grado de entendimiento del fútbol y sobre sus aptitudes para poder entrenar a su hijo. Esta situación puede favorecer que algunos padres crean que poseen un mayor conocimiento sobre fútbol que el mismo entrenador, y por dicho motivo, comienzan a dar indicaciones a sus hijos.
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Esta situación puede tener consecuencias adversas para los jóvenes deportistas, ya que pueden llegar a no saber que indicaciones deben seguir, si las de su entrenador (la persona que le está formando en el ámbito deportivo y la que ha preparado el partido con detalle) o su padre/madre (su principal referente y su educador más importante). Este conflicto de autoridad, puede generar cierta presión e inseguridad en el joven deportista, dejando de tener claro que decisiones sería oportuno tomar, disminuyendo su concentración y por ende, su rendimiento en el partido. Una presión constante de este tipo sobre el tipo de decisiones a tomar durante los partidos, puede generar que el chico acabe desencantado con la actividad deportiva y quiera dejarlo, al no conseguir disfrutar con lo que debería ser una actividad satisfactoria.
Sería conveniente que no olvidásemos, que una de las principales funciones de las actividades deportivas, reside en que los chicos se sientan bien, socialicen y aprendan una serie de valores. Unas metas muy altas (como jugar a la perfección o intentar ser una estrella del fútbol) son objetivos que suelen producir frustración e ir en contra de la satisfacción del deportista, una de las principales metas del fútbol base.
Por ello, es muy importante que los jugadores escuchen desde la grada los ánimos de sus padres y no las instrucciones, críticas, consejos o reproches por las malas jugadas realizadas. La competición ya contiene suficiente tensión, como para que contribuyamos a ella un poco más.
Por Eduardo Juárez García, estudiante en prácticas de la URJC.
Referencias
http://elpais.com/elpais/2014/09/19/eps/1411145614_994965.html
http://www.20minutos.es/deportes/noticia/violencia-futbol-base-senala-padres-jugadores-2686073/0/
http://www.fiebrefutbol.es/articulos/los-padres/
http://mundofutbolbase.es/not/1292/relaciones-entre-jugadores-entrenadores-padres-y-arbitros-/
http://www.alcazardesanjuan.es/portal/RecursosWeb/DOCUMENTOS/1/0_317_1.pdf