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Padres: el bien que hacemos mal

El bien que queremos hacer y que hacemos mal. Quizá esta frase resuma perfectamente todos los comentarios que oímos por parte de los padres desde la grada cada fin de semana. Gritos como: ¡tira! ¡A tu derecha! ¡céntrate! Y es que eso es perfectamente lo que no estamos consiguiendo. En nuestro afán por ayudar y apoyar a nuestros hijos e hijas en el deporte que más les gusta, nos descentramos y olvidamos que nuestro deber es animar y no ordenar.

Parece que está de moda encontrar en redes sociales y en los centros deportivos información sobre cómo deberían actuar los familiares en el ámbito deportivo de sus hijos, pero mi pregunta es: ¿le prestamos atención? ¿nos hemos planteado que de manera inconsciente podemos ser nosotros esos ejemplos? ¿cuántas veces nos hemos parado a pensar en qué mensajes les estamos comunicando a nuestros hijos, qué expectativas estamos depositando en ellos o qué emociones estamos generando?¿qué papel tenemos en el deporte que practican?.

Este artículo no va dedicado para hijos e hijas deportistas. Los destinatarios son los padres y madres que quieren potenciar y desarrollar, desde su perspectiva, a su hijo o hija en el deporte. Si este es tu objetivo sigue leyendo:

¿Qué puedo hacer para ayudar a mi hijo en el deporte?

  1. Ayudar, en sintonía con el cuerpo técnico, a marcar metas que sigan la siguiente regla: SMART (alcanzables, medibles, realistas…) estos objetivos ayudarán a motivar al deportista y a trabajar de manera indirecta su autoconfianza, ya que se ve reforzada a cada paso logrado e incrementa la concepción de capacidad y logro de las que están por llegar.
  1. Autoevaluar qué tipo de comportamientos tengo antes, durante y después de las competiciones. En estas situaciones es donde más aflora nuestros instintos más básicos y suelen ser situaciones de alta tensión. Por ello, es necesario ver qué mensajes verbales y no verbales emitimos en cada momento. Podemos plantearnos las siguientes preguntas: ¿Qué digo/hago antes, durante y/o después de la competición? ¿Cómo puede afectar a mi hijo estos comportamientos o comentarios? ¿Qué puedo hacer para mejorar?
  2. Es importante entender el valor de la competición. El ganar por encima de todo o el no saber perder muchas veces son actitudes que comienzan a aflorar en el núcleo familiar, primer lugar donde nos exponemos de manera social. Es necesario aprender a ganar y aprender a perder, ya que solo perdiendo ganaremos mejores estilos de afrontamiento ante diferentes situaciones. Una situación familiar como el perder jugando al parchís en casa de los abuelos una tarde de domingo es un ensayo maravilloso de este tipo de situaciones.
  3. Cada edad conlleva un desarrollo evolutivo, y este determina el nivel de competitividad. Exponer a un Benjamín a un nivel de competición de un Juvenil puede llevarnos a un puerto donde el niño o la niña se estrese, se frustre e, incluso, abandone la práctica deportiva.
  4. Dar apoyo moral. La figura paterna y materna, hoy en día, es fundamental en el ámbito deportivo. Se comprometen con los entrenamientos, ayudan a la recuperación en las lesiones y, sin duda, son el motor del deporte de base. Por todo ello, es necesario no solo hacer ese apoyo (llevar a la actividad deportiva, acompañar en las competiciones…) sino expresarlo. Una sonrisa, un ¡ANIMO, QUE PUEDES! Desde la grada, un ¿qué tal te lo has pasado? y ni un ¿has ganado? pueden ser determinantes en la continuidad de la práctica deportiva de los jóvenes.
  5. El control emocional. ¿Cómo puedo pedir a mi hijo o hija que no diga insultos o no pierda los papeles si yo desde la grada lo hago? Para bien o para mal, los padres y madres son los modelos y principales maestros durante la niñez de todo tipo de conductas. Más allá de los mensajes negativos que podamos transmitir, tenemos que plantarnos ¿Qué le estoy enseñando a mi hijo?. El control emocional es muy importante a lo largo de toda nuestra vida. Por ello, ser ejemplo en una etapa en la que el aprendizaje por vista en modelos externos es una de las fuentes de conocimiento más importantes, debe ser una razón de peso para aprender a autogestionarnos. Técnicas como la respiración, contar hasta diez, hablarnos a nosotros mismos y darnos órdenes que relajen nuestra tensión, pueden ser muy válidas para cambiar nuestro foco atencional y emocional al que nos interesa de verdad.

Por Ana Silva

@asilva90

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