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Optimismo, una cuestión de actitud

Probablemente muchos penséis que “eso de ser optimista” significa ver la vida de color de rosa, inventarse una realidad paralela en la que todo nos resbale o mirar sólo el lado bueno de las cosas. Incluso hayáis podido creer, que es algo complicado y en ocasiones imposible. Os invito a todos a ver este vídeo titulado «Optimismo Inteligente». Seis minutos de puro aprendizaje sobre nuestra manera de afrontar el día a día. Seis minutos que demuestran que “eso de ser optimista”, es solo cuestión de actitud.

Ahora bien, ¿qué es eso a lo que llamamos actitud? Antes de continuar leyendo, me gustaría que paraseis un segundo y contestaseis interiormente a esta pregunta. ¿Ya? Continuemos.

La actitud es la disposición que tomamos las personas para PENSAR, SENTIR y ACTUAR, de una manera determinada, en las distintas situaciones que se nos presentan en nuestro día a día.

  • Las actitudes son, por lo tanto, elecciones que hacemos las personas. Es decir, dependen de nosotros mismos. Y como en toda elección, existen varias alternativas que nos beneficiarán más o menos.
  • Las actitudes NO son innatas. ¿En cuántas ocasiones habéis resuelto alguna circunstancia complicada con la siguiente frase: “es que soy así”? Entonces los verbos aprender, crecer o mejorar ¿a qué hacen referencia, si somos de una manera y no podemos cambiar? Las actitudes se eligen y por ello puedo elegir adoptar nuevas actitudes que considere mejores para mí. Y al ser nuevas, necesitaré aprenderlas y entrenarlas.

¡Qué suerte que NO SOMOS ASÍ! ¡Qué suerte que PODEMOS CAMBIAR! ¡Y qué suerte que podemos DECIDIR QUÉ ACTITUD ADOPTAR Y APRENDER A HACERLO!

Esto pone el poder en nuestras manos, y cuando yo soy dueño de mi propia vida, puedo, dentro de la realidad, hacer que esta sea mejor.

  • La actitud es tremendamente contagiosa. Y sino pensad en la frase: “la risa es contagiosa”. Cuando vemos a alguien riendo, inevitablemente se nos dibuja una sonrisa en la cara, una mueca o empezamos a reírnos con él ¿O lo vais a negar?

Si lo pensáis, es todo un chollo: puedo elegir una actitud que me ayude en cada momento de mi vida y además puedo ayudar a otros contagiándosela. E incluso dejarme contagiar de aquellas actitudes que me parezcan admirables o interesantes.

Y sin duda alguna, la mejor actitud que yo conozco es la POSITIVA. Esta implica la consciencia de cuál es la realidad, de cuáles son nuestras opciones y nuestros puntos fuertes, y a partir de ese conocimiento, actuar para conseguir nuestros objetivos.

La actitud positiva, es una ACTITUD DE ACCIÓN, es una ACTITUD DE CAMBIO y es una ACTITUD OPTIMISTA, cuyo fin último es la felicidad.

Ser optimista, ser positivo, no es el resultado que obtenemos al disfrutar del entorno, sino la actitud que me lleva a creer que puedo generar un entorno en el que disfrutar y alcanzar mis metas.

Para finalizar y volviendo al inicio del texto, invito a todo el mundo a invertir seis minutos de su tiempo en la visualización de este vídeo, con todas las reflexiones hechas hasta ahora. Un aprendizaje para la vida, tanto para los adultos como para inculcar a nuestros hijos. Una vía para el bienestar y el desarrollo personal. Cuando hayáis podido verlo, plantearos una última reflexión ¿elegís ser un dinosaurio o un gusano? Pues adelante.

Por Marta Bueno Bonilla, estudiante en prácticas de la UCM.

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