¿Qué tenemos para comer hoy? ¿Cuál es nuestra primera tarea del día? ¿Cojo cita en el dentista para el lunes o para el martes? Para la gran mayoría de nosotros, estas preguntas serán muy comunes. Y es que, de manera inconsciente y en algunos casos conscientemente, organizamos nuestra vida en torno a cada una de las elecciones que seleccionamos.
En base a ello, la toma de decisiones presenta un papel fundamental si nuestro objetivo es disfrutar de la vida y alcanzar el bienestar personal.
La teoría siempre suena muy bien, pero… ¿Y en la práctica? ¿Cómo podemos acertar en nuestras decisiones? La respuesta es clara: elaborando un plan de acción que aglutine nuestras principales tareas y se trate de una herramienta que aumente nuestra eficacia y eficiencia. En otras palabras, que nos ayude a optimizar el tiempo del que disponemos.
Hacer las cosas adecuadas, no es lo mismo que hacer las cosas bien, por lo que es necesario que tengamos claro dos reglas de oro: priorizar y actuar.
Reza el refrán popular “no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy”, y es que saber gestionar nuestro tiempo, evitando el “ya lo haré después” o en su vocablo más formal “procrastinando”, nos acerca a pasos agigantados a poder disfrutar del momento presente y de todo lo que lo rodea.
Tiempo, motivación y bienestar
Para poder actuar, hay que saber discriminar, y es que hay unos ladrones que viven y sobreviven a base del tiempo que perdemos con ellos. Llamadas, correos, internet…se pueden presentar de mil formas y convencernos de una manera muy sutil de que nuestra tarea puede esperar. El tener un ocio o un tiempo libre estructurado y carente de preocupaciones, un ambiente sin estímulos contaminantes y sobre todo, una buena dosis de fuerza de voluntad, serán nuestros mayores aliados a la hora de vencer a estos forajidos ladronzuelos.
La idea de priorizar no consiste únicamente en generar una lista de tareas a modo de “tengo que hacer esto…” o “debería hacer aquello…”, que estén estrechamente relacionadas con la sensación permanente de estar en la obligación de hacerlo.
El verdadero fin, es el de poder plantear objetivos que nos motiven y nos guíen del camino desde el que estamos actualmente, al sendero en donde queremos estar, reformulando el conocimiento que tenemos de nosotros mismos, aumentado nuestra autoconfianza y generando hábitos más productivos que permitan liberar nuestra mente de pensamientos como “que no se me olvide…” y generar recursos que nos permitan abordar las tareas previamente planificadas.
El célebre filósofo griego Lucio Anneo Séneca, ya nos pronosticaba parte de esta realidad: “No hay viento favorable para el que no sabe a dónde va”. Elige un camino, selecciona los pasos que quieres seguir y recoge las flores que encuentres a tu paso. En tu mano esta decidir si quieres coger amapolas, rosas o cardos, ya que debes tener en cuenta que sin una actitud abierta al cambio, a la creación de nuevos hábitos, a la constancia y el esfuerzo que ello requiere, ningún camino se abrirá ante tus pies.
Date la oportunidad de ampliar el conocimiento sobre ti mismo, de remarcar tus valores, actitudes y habilidades personales para poder nutrir unos buenos objetivos, que se conviertan en el pilar fundamental de tu planificación y que te alcen a la copa de tu bienestar.
Por Ana Silva.