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El juego recíproco entre la emoción y la música

No es ningún secreto que la música está relacionada con las emociones.

La música es una combinación de sonidos en el tiempo. Se basa en la tensión y en la relajación, creando una expectativa sonora que los músicos saben cómo trabajar. Combinan la melodía, el ritmo, la tesitura, la intensidad, la armonía y la tonalidad para crear sensaciones.

Cuando escuchamos un sonido, se ponen en marcha una serie de procesos mecánicos, químicos y bioeléctricos que van desde el tímpano, oído medio, cóclea, nervio auditivo, tronco cerebral y tálamo, hasta que llegan a diversas regiones de la corteza cerebral que hacen que reconozcamos el sonido y le demos un significado emocional.

Relación entre la música, las sensaciones y las emociones

El mensaje afectivo de la música se encuentra muy relacionado con el diencéfalo, siendo este el que le da significado, y por ello, el que despierta todos los recuerdos y sentimientos que tenemos al escuchar una determinada canción. Sin embargo, para que se lleve a cabo la conducta musical, es necesaria la implicación de todo el cerebro, ya que realmente es la interacción entre las regiones de ambos hemisferios cerebrales lo que hace que podamos interpretarla.

Las emociones que genera en nosotros la música pueden tener también origen en la empatía. La empatía es la capacidad de conocer y sentir en nuestra propia piel lo que el otro siente y, en el caso de la música, también lo que el otro transmite. En este caso, dado que podemos escuchar música de diversas formas, esta empatía musical se puede desencadenar por distintos motivos dependiendo de si te encuentras escuchando música sólo, con un grupo pequeño, en concierto con mucha gente, con la necesidad de un director musical, etc.

Poniéndonos en la última situación, sería necesario que el director de la orquesta desarrolle una empatía hacia todos los que le acompañan. Tiene que generar en ellos el mismo sentimiento para interpretar la melodía que él quiere reproducir. Pero, y casi está claro, no es únicamente él quien tiene que tener empatía, sino que debe implicar también en ella a todos los miembros del grupo. Cada uno de los músicos tiene que saber identificar el sentimiento y emoción del director, junto al que también tengan sus compañeros, para poder llegar a transmitir, al unísono, lo mismo al público. De esta forma, el público también se ve envuelto en esta empatía que despiertan los anteriores  y los acompañan, siguiendo la obra que están interpretando.

De la misma forma ocurre cuando escuchamos, a solas, una canción grabada con anterioridad: el cantante o músico se ha encargado previamente de estudiarse para saber cómo interpretar la canción, transmitir sus emociones y llegar al oyente, con la finalidad de que este lo entienda y lo sienta en su lugar.

Actualmente sabemos, entre otros muchos hallazgos, que los sonidos que se producen con mayor simultaneidad generan, mayormente, emociones positivas. Las composiciones musicales con tempo allegro (rápido) y en escala mayor, suelen transmitir una sensación de alegría y felicidad, mientras que aquellas partituras con tempo adagio (despacio) y escritas con tonalidad menor, suelen proporcionar mayor sensación de tristeza. A través de resonancias magnéticas también se ha comprobado que, al escuchar melodías atonales, se activan áreas en el sistema límbico relacionadas con emociones desagradables, y en cambio, al escuchar partituras tonales, hay un predominio de sensaciones más placenteras.

Los anteriores descubrimientos han sido relevantes para sugerir que nuestras respuestas ante la música podrían deberse a circuitos de retroalimentación sensorio-motora, en el que tomarían un papel esencial las neuronas espejo. Estas neuronas estarían involucradas en el proceso de imitación, estableciendo una relación directa entre lo que percibimos y lo que hacemos. Esto quiere decir que podríamos reproducir las sensaciones y emociones que la música nos transmite. Por ejemplo, cuando estamos tristes, escuchamos música para aumentar el ánimo o, de otra forma, para sentirnos identificados con ella.

La música podría tratarse, entonces, de una forma de comunicación o canal por el que comunicamos y evocamos nuestras emociones, y está estrechamente relacionada con la empatía: al escucharla somos capaces de sentir la alegría, ira, tristeza, etc., que nos transmite y de reproducirla nuevamente. Es un mecanismo de doble acción: la música hace sentir y sentir hace la música.

Por Noelia Marín Pérez

@noeliamrin

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