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Las creencias y el efecto placebo

A pesar de no haber un consenso en cuanto a en qué momento se comenzó a definir o utilizar el efecto placebo, todos lo conocemos y vivimos con el presente a lo largo de nuestras vidas.

Unos sitúan sus orígenes en la antigüedad, mientras que otros hacen mención de cuando se comenzó a utilizar en la medicina como método con el cual separar los efectos fisiológicos de un fármaco de los efectos producidos por la sugestión del sujeto que los toma.

Pero, a pesar de ser un término usado en el ámbito clínico y aparentar ser distante a lo mundano, está presente en nuestro día a día, sin que nadie lo atisbe ni lo controle, ¿o sí?

 El efecto Placebo, al fin y al cabo, vive de nuestras creencias sobre lo que un evento o una sustancia nos va a aportar, ya sea bueno o malo. El cerebro de los seres humanos (y de los animales en general) vive anticipando las consecuencias de los actos para adaptarse y sobrevivir, pero en nuestro caso a veces nos extralimitamos.

La Religión y sus creencias

Un caso muy claro y extendido es la Religión. No digo que la religión sea una “sustancia” inocua que nos administran y solamente sea un engaño, eso es una manera de verlo. Yendo más allá y evitando juzgar, vamos a mirarlo desde un punto de vista científico.

Si yo caigo enfermo, tengo dolores o simplemente mi estado de ánimo está bajo y me administran un “medicamento” que me hace mejorar, es igual que sea un analgésico, que un antibiótico, un antidepresivo o una simple mezcla de suero con azúcar, noto mejoría y voy a creer en los resultados que proporciona, estoy anticipando que el resultado de tomar este “medicamento” curará mi malestar.

Pues si yo soy un creyente ferviente de una religión (sea cual sea) cuya doctrina he abrazado durante un momento difícil (o por inercia hereditaria del costumbrismo), mi cuerpo segregará ciertas hormonas cuando acuda a mi religión para apaciguar mis dolencias físicas, mentales o espirituales, se adelantará a los efectos deseados y los producirá a través de ese condicionamiento que ha adquirido a través del tiempo y de conexiones que, reales o no, ha creado entre eventos.

La política y sus creencias

No sólo podemos verlo en la religión, podemos observarlo en algo más mundano como la política. Los discursos políticos están cargados de contenido cuya única finalidad es crear una sensación de grupalidad, busca crear una falsa empatía que les asegure ser “comprendidos” y, por tanto, más votados, pero no es una realidad, es efecto Placebo, es una solución salina que nos hace creer que pertenecemos al grupo del candidato X y que ganamos o perdemos con ellos. Pero no es así, nuestra vida no cambia, no participamos en las decisiones tomadas o por tomar. Incluso, hay eventos que si los realiza nuestro partido favorito nos parecen bien y si los que lo realizan son del partido contrario, nos parecen mal, y eso también es efecto placebo, nuestra mente genera bienestar o malestar en función de las creencias y no de lo que realmente genera esa “pastilla”.

Nuestras creencias nos hacen libres

Por eso, es bueno culturizarse, para evitar el efecto placebo y ser dueños de nuestras sensaciones, saber que tomamos o dejamos de tomar pero, por supuesto, sin olvidar que hay gente a la que le funciona dejarse llevar por el efecto Placebo y, al fin y al cabo, ¿quiénes somos nosotros para juzgar lo que cree o deja de creer alguien? Si alguien con una enfermedad terminal abraza la religión, aun siendo realidad o ficción (sin entrar en el debate), si le sirve, si le genera bienestar y le hace el camino más fácil, ¿Quiénes somos para matar esperanzas? Siempre y cuando se trate de un alivio claro, no de un engaño con ánimo de lucro. El placebo es, sin duda, un medicamento totalmente aconsejable para el que no tiene acceso a la cura real de su dolencia.

Esto es asociable a muchos más ámbitos de la vida, por ello, los que no conseguimos tragar la cápsula de placebo, debemos mantener un estado de curiosidad constante que nos haga buscar las verdaderas sensaciones  de la vida y no conformarnos con la marca blanca.

Por Guillermo.

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