¿Recuerdas esos exámenes de Selectividad en los que te quedaste en blanco? ¿Esas partidas al party en las que perdiste la concentración por fijarte demasiado en el reloj de arena? ¿Esa entrevista en la que tus respuestas se quedaron en la punta de tu lengua?
¿Por qué a veces no podemos acceder a información que tenemos de sobra almacenada en nuestra memoria en los momentos más inoportunos? No se trata de una casualidad. Las situaciones que nos obligan a procesar mucha información en muy poco tiempo, suelen ser desencadenantes de ansiedad, lo que puede afectar a nuestro nivel de concentración.
Un ejemplo muy ilustrativo de este fenómeno son los programas-concurso de televisión, tipo “Ahora Caigo”. En este programa, los concursantes tienen que dar respuestas a preguntas relativamente sencillas, en un período de tiempo de medio minuto durante el cual se les facilita el número de caracteres de la respuesta además de algunas de las letras que la componen. La penalización característica del programa ante los errores de los concursantes es dejar caer a los mismos a través de una trampilla (estímulo que puede generar ansiedad por lo desconocido de la experiencia y/o por la incertidumbre del momento preciso ejecución de la misma).
De esta forma, podemos ser testigos de cómicos momentos en los que el concursante no da con la respuesta adecuada y se va poniendo cada vez más nervioso según el crono se acerca a cero. Se dan fenómenos curiosos, como intentar respuestas que claramente no corresponden con el número de letras, respuestas que no contienen algunas de las letras que aparecen en la pantalla, intentar la misma respuesta errónea insistentemente, o que el resto de concursantes conociera la respuesta y la dijera con el tiempo cumplido (de nuevo, no es casualidad).
La ansiedad puede jugarnos malas pasadas, pero la buena noticia es que existen técnicas destinadas al control de la ansiedad. Las más conocidas son las técnicas de relajación.
Relajación progresiva de Jacobson:
Esta técnica consiste en provocar la relajación a partir de la percepción de contraste entre la tensión y distensión de los distintos grupos musculares para poder aprender a identificar estados de tensión involuntarios y tornarlos en estados de relajación. Se trata de relajar los músculos para relajar la mente, dada su mutua interconexión a través del sistema nervioso.
Relajación autógena de Stchulz:
Consistente en conseguir un estado de relajación induciendo percepciones asociadas a ese estado, sobre todo de calor o pesadez (Me pesan los párpados, las piernas, siento calor en mi estomago, mis brazos, etc).
Respiración:
Llevando a cabo una respiración controlada, podemos ser capaces también de relajarnos, sintiendo como el aire entra y abandona nuestro cuerpo a través de las fases abdominal, torácica y clavicular.
Otras:
Existen más técnicas de relajación que, dependiendo del usuario pueden ser más o menos adecuadas, como la hipnosis o la parada de pensamiento.
Cabe mencionar que, en este tipo de situaciones, tan perjudicial el estar demasiado activo como estar demasiado relajado. Se trata de llegar al llamado nivel óptimo de activación, que será distinto en cada persona. Existen técnicas de activación para evitar caer en un estado de excesiva relajación, de modo que, gracias a la psicología, en algunos casos podremos ahorrarnos un dinero en anfetaminas o relajantes…
Por otra parte, ¿perdemos la concentración porque nos ponemos nerviosos o nos ponemos nerviosos porque perdemos la concentración? Muchos concursantes de “Ahora Caigo” empiezan a ponerse nerviosos al mirar continuamente el reloj, y terminan estando más pendientes del tiempo que les queda que de la respuesta que deben recordar.
De esta forma, también existen técnicas para la optimización de la concentración, como el establecimiento de rutinas, consistente en encadenar una serie de pequeñas conductas que desembocan en la conducta final o la parada de pensamiento, que nos ayuda a detener los pensamientos intrusivos (como en ese caso sería el tiempo que nos queda para responder).
Dicho esto, hay que destacar que no basta con conocer estas técnicas para optimizar nuestros recursos mentales. El entrenamiento mental tiene que ser exhaustivo y constante, de la misma forma que lo es el entrenamiento físico, para que nuestros recursos cognitivos se desarrollen hasta su máximo potencial, como si de un músculo se tratara.
Carlos Rey