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“Me levanto y combato”. Debería ser nuestra filosofía de vida. La de todos. Sabemos que no es fácil ser capaz de decirse a uno mismo que, por muy dura que haya sido la caída, el levantarse y continuar es necesario porque, de otro modo, no aprenderemos nada y ahí sí que habremos perdido de verdad. José Saramago dijo una vez: la derrota tiene algo positivo: nunca es definitiva. En cambio, la victoria tiene algo negativo: jamás es definitiva”. Pero no solo se trata de ganar o perder. El aprender de ello, tanto de lo que ganamos como de lo que perdemos, nos ayuda a mejorar como personas y a valorar todo desde una perspectiva distinta.

Cuando un niño aprueba o suspende, cuando pierde un partido de futbol, haya jugado bien, mal o haya estado en el banquillo, lo que debemos hacer es estar con él, apoyarle, felicitarle, en definitiva, darle un feedback con el que animarle, ya sea para mejorar o para demostrarle que le queremos.

Ayer, el Calderón vivió algo parecido. La afición atlética, pese a lo mal que se había desarrollado el partido de ida, dejando una épica casi imposible a realizar, comenzó desde que se pitó el final en el Bernabeu a arengar a los jugadores rojiblancos, a demostrarles que aquello de “no importa lo que pase, no nos separaran”, no solo son palabras vacías. Lo que se vivió ayer en el estadio fue, seas o no aficionado al club, todo un ejemplo de lo que deberíamos hacer siempre con aquellas personas que queremos. Incluso tras el pitido final, con una tormenta que bien podría llenarte la piscina en 5 minutos, con una victoria que no servía para clasificarse, los aficionados del Calderón se mantuvieron firmes en el estadio, animando a los jugadores, animándose entre ellos, cantando, gritando, llorando. Pero lo más importante: todo eso desde el respeto.

Claro que siempre hay alguien que tiene que sobresalir, pero eso no quita que, de 55.000 atleticos que anoche se encontraban en el campo, 54.900 se dejaron todo para demostrarles el cariño a esos jugadores que incluso volvieron a salir al campo con la lluvia a agradecer a la afición su apoyo y cariño. Y eso es lo que debería pasar siempre.

Últimamente se ven muchos casos en futbol (sobre todo en categorías inferiores o divisiones menores), en las que tras una derrota, un momento tenso, la afición cambia el animar por el destruir. ¿Qué les vamos a enseñar a los jóvenes? Evidentemente es muy difícil controlar a 55.000 personas y evitar que nadie haga alguna estupidez, pero, ¿a 20? Lo mismo pasa cuando un niño suspende un examen y sus padres, en lugar de animarle a seguir, se lo recriminan. Lo único que se consigue así es agobiar al chico, consiguiendo quizás que luego con el tiempo sea uno de esos 100 que, lejos de querer disfrutar de las cosas, prefiera destruirlas.

No quiero dar lecciones de moral a nadie, ni a decir cómo hay que comportarse en la vida. Pero creo que, si me dan a elegir, prefiero la filosofía que se vivió anoche en el Calderón, a aquella que se vivió en aquel partido de niños en Mallorca o en aquel partido entre el San Fernando y el Alcalá. Igualmente, prefiero apoyar a los que quiero cuando se equivocan, que solo celebrarlo con ellos cuando lo consiguen. No estoy diciendo que haya que celebrar que nuestro hijo suspenda un examen, por supuesto, pero es mucho más fácil para todos, y mucho mejor para él, que si eso pasa, le enseñemos que lo único que tiene que hacer para remediarlo, es esforzarse un poquito más y que, si es necesario, nosotros estaremos allí para ayudarle las veces que haga falta. Porque, al final, en eso consiste querer a alguien, ¿no?.

Por eso… ¡Anima siempre a los tuyos!

Por Alejandro Alcazar, estudiante en prácticas de la UCM.

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