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Miércoles. 21 de Diciembre de 1983. Minuto 84 de partido. Juan Señor marcaba el que, hasta el gol de Iniesta en la final del Mundial de Sudáfrica, era el gol más importante en la historia de España. Aquella noche, un 12-1 permitió la clasificación de la selección española para la Eurocopa de 1984, superando a Países Bajos en la fase clasificatoria gracias a este último tanto. Aquél día, tanto españoles como holandeses y como casi toda Europa, felicitaban a la selección por la machada que acababan de conseguir. Incluso, el entrenador holandés, que por que por aquel entonces era Kees Rijvers, no dudó en felicitar a España y decir que “los milagros también existen en el fútbol”. Y tenía razón. Pero solo en cierta parte. Hoy hablamos de esos encuentros donde la motivación por hacer historia se convirtió en un hecho real de superación.

Desde ese día, gracias a la motivación, se han conseguido ciertas remontadas, más o menos “épicas” y “milagrosas” en el mundo del fútbol. Pero ahora toca hablar de la más reciente. Y de una de las más espectaculares que, al menos, yo recuerde.

El día 14 de Febrero del 2017, el F.C. Barcelona perdia 4-0 contra el PSG en el Parque de los Príncipes de París. Cinco días más tarde, el Barça jugaba en casa contra el Leganés, el que parecía iba a ser un partido sencillo, el típico “van a pagar los platos rotos con 7 u 8 goles”. Nada más lejos. Un 2-1, de penalti en el último minuto, dio una victoria al Barça muy discutida por aficionados, con un Messi que no celebró sus goles, y una sensación de desidia que se extendía por todos los ámbitos del club, empezando por los jugadores. En este momento, el estado de pesimismo que aún no se había dejado ver del todo, comenzó a crecer hasta el punto que Luis Enrique salió diciendo que no renovaría con el club al final de la presente temporada.

Todo parecía ir mal. Pese a seguir consiguiendo victorias en liga, parecía que el estado de emergencia no cambiaba. Parecía que nadie creía en los jugadores, en la remontada. Pero “los milagros también existen en el fútbol”. ¿Los milagros? Yo creo que no. Al menos no al 100%.

“Si un rival puede marcarnos cuatro goles, nosotros le podemos hacer seis. Ya lo hemos hecho esta temporada. No hay que volverse locos, pero no tenemos nada que perder y mucho que ganar. Mejoramos nuestro rendimiento y tenemos que ser optimistas, estar convencidos de lo que podemos hacer y vamos a tratar de aplicar todos nuestros puntos fuertes para poder conseguir la remontada» Estas fueron las palabras de Luis Enrique en la rueda de prensa 24 horas antes del partido.

Por su parte, Luis Suarez siguió en esa línea, declarando que  «Somos conscientes de lo que nos jugamos y sabemos que es difícil darlo vuelta. Pero si hay un equipo capaz de hacerlo, somos nosotros. Siempre con nuestra filosofía y nuestra manera de jugar», declaró el uruguayo. «Es difícil y complicado, no imposible», agregó.

Así es como se preparan las grandes citas. Como se ha de motivar a los jugadores. Más allá de primas, de clasificaciones, de charlas técnico-tácticas en las que se dan 300 maneras distintas de marcar un gol o de defenderte del rival. Porque, ¿qué hay más motivador que el hecho de poder conseguir una remontada nunca antes dada en Champions? Luis Enrique pidió, como motivación externa, que desde 20 minutos antes del partido el estadio fuese una olla a presión, que el PSG tenía que encontrarse con que estaba jugando contra un ejército de 100.000 hombres. Y así fue. La grada respondió la llamada. Y a ello ayudó el Gol de Suárez a los 3 minutos de partido.

La gente comenzaba a creer. Los jugadores empezaban a creer aún más. Incluso los del PSG creían que la ventaja, que aún era de 4 goles, quizás no sería suficiente. Y es que claro, cuando ves a un equipo en el que los 11 jugadores, en el que los cerca de 100.000 aficionados, el entrenador, los utileros, los reservas…absolutamente todo el mundo, está con esa cara, con esas fuerzas, con ese sentimiento de querer darlo todo para demostrar aquí y allí que ellos son capaces de darle la vuelta a ello…lo normal es sentir que la presión es cada vez más insoportable.

El Barça, sin desplegar un gran juego, se fue con un 2-0 al descanso. Y la segunda parte comenzó de igual manera. A los 5 minutos de la reanudación, Messi, de penalti, consiguió el 3-0. Solo faltaba 1 gol para forzar la prórroga, y todavía 40 minutos por jugarse. Parecía demasiado cerca. Pero, como ya sabemos, las cosas no son nunca tan sencillas. A poco más de media hora para el final, un remate desde el punto de penalti de Cavani, puso el 3-1 en el marcador. La gente no se lo podía creer. Miles de aficionados lloraban en la grada, otros cientos empezaron a irse. Los jugadores del Barça no sabían dónde meterse. Incluso 3 minutos después tuvo Cavani la oportunidad de marcar el 3-2 que hubiese acabado de enterrar al Barça. Pero no a Neymar. No incluso después de que Di María tuviese en un mano a mano con Ter Stegen la posibilidad del 3-2 en el minuto 85.

Cuando todos los jugadores estaban con la cabeza agachada, pensando que esto había acabado, Neymar Jr aprovechó una falta al borde del área para marcar el 4-1. Mucha gente pensó que esto era morir en la orilla, que era imposible que, siendo el 88, diese tiempo a marcar otros 2 goles más contra el PSG. Pero Neymar sí lo creía. La motivación de demostrar que es un futuro balón de oro, que la “mala” temporada que estaba realizando hasta ahora no demostraba su verdadero nivel, que tenía capacidad para echarse a las espaldas todo aquello por lo que habían luchado él y sus compañeros, le hizo tomar la responsabilidad. En el minuto 90, hubo penalti a favor del Barça. Y, para sorpresa de todos, el que lo lanzaría sería el brasileño. 5-1. Quedaban 3 minutos.

Días antes del partido, salió un video en el que Verratti y Draxler se reían y decían que firmaban un 5-1 en el Camp Nou. No sé si por “milagro”, si por “cosas del destino”, o por qué, pero en el último segundo de partido, casi con el tiempo cumplido, ocurrió. Volvió a ser Neymar. Cuando todo el mundo pensaba que iba a colgar el balón, tuvo la sangre fría de hacer un recorte, levantar la cabeza, y con un suave toque, levantar el balón por encima de todos. Y ahí confió Sergi Roberto.

Sinceramente, Sergi me parece un tipo de lo más respetable y, por mi parte, me alegró mucho que fuera él quien lo hizo. Sergi se ha esforzado por jugar en el club de su vida. Ha soportado muchas presiones, muchas críticas, ha sido puesto en cualquier posición en el campo y se lo ha tomado con filosofía, aún cuando no era su posición natural y la gente no lo entendía. Por eso me alegro muchísimo por él. Por ese gol. Porque fue uno de esos goles de fe. De los que te tiras en el aire y estiras la pierna como si fuese chicle. Llegando a donde haga falta. Adelantándote a quien haga falta. 6-1. Gol de Sergi Roberto. La gente no se lo podía creer. El público, los jugadores, las televisiones, la gente aficionada del Barcelona, del Madrid, del Atlético. Todos estábamos con los ojos como platos. El Barça, más allá de lo que digan unos de fallos arbitrales, de incomparecencia del PSG, del mal planteamiento de Emery, había conseguido algo casi impensable. Remontar 4 goles en una eliminatoria de Champions. No una vez. Dos veces. Dos remontadas en un mismo partido que, si bien ahora hay gente que no lo valora, dentro de 30 años, cuando miremos atrás, alguien le contará a sus nietos: “¡Gooooooool del señor Roberto!”. Porque la garra y motivación que demostró el Barça, esa capacidad de venirse arriba dos veces, eso es lo que hay que enseñar a los niños. Más allá de que seamos más o menos aficionados a ese club, de que pensemos en arbitrajes o historias raras, lo que hizo el Barcelona el otro día es, cuanto menos, algo que debemos tomar como ejemplo de motivación, de superación. Pues, bueno, si ganas 6-1, es porque algo habrás hecho bien, ¿no?

Como rezaba aquella pancarta en el Vicente Calderón, en aquellos octavos de Champions contra el PSV: “nunca dejes de creer”. Y parece ser que el Barça no lo hizo. Y, al igual que los rojiblancos, obtuvieron lo que buscaban. Porque si crees, en ti, en tus compañeros, en tus posibilidades, en la motivación por superarse, todo resulta un poquito más fácil. Y mucho más bonito.

Por Alejandro Alcazar, estudiante en prácticas de la UCM.

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