Este deporte acuático que mezcla sensaciones fuertes y paisajes hermosos es poco conocido en el mundo de la terapia. Seguramente cuando piensen en el surf se imaginaran a un hombre rubio, piel color de sol, surfeando un tubo en alguna isla paradisíaca del planeta. Obviamente esta imagen no es del todo errónea ya que hoy en día sigue habiendo una mayoría de hombres blancos en este deporte. Sin embargo este deporte tiene orígenes muy antiguos y para nada europeos.
Las culturas pre-incas del Perú fueron de las primeras en deslizarse en las olas usando sus “caballitos de totora”. Poco después, en las culturas polinesias del siglo XV no solo los reyes surfeaban sino también las mujeres.
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Beneficios psicológicos del surf
Bienestar emocional
Para entender los beneficios psicológicos del surf, debemos verlo primeramente como una herramienta de contacto con la naturaleza, con el agua. Nosotros, los humanos, somos agua. Nuestros primeros días de vida empiezan en el agua en el vientre de nuestra madre. Creciendo guardamos una parte de este elemento siendo el 60% de composición de nuestro cuerpo.
Los estudios del neuropsicólogo Justin Feinstein y del doctor Ricardo Gil Da Costa demostraron el impacto del surf sobre nuestro cerebro. Flotar en el agua salada genera una disminución de la actividad de la amígdala, nuestra parte del cerebro vinculada con las emociones. En los casos de estrés post traumático las personas sufren de una actividad aumentada de esta zona del cerebro. De hecho, los primeros beneficios mentales de la práctica del surf se observaron en los veteranos estadounidenses de guerra de Medio Oriente.
Ahora, ¿qué pasa cuando surfeamos? Surfear nos permite entrar en un estado de “flow”, es decir en el aquí y ahora, un estado de meditación. Si bien podemos observar al inicio de la ola, una hiperactividad de todas las ondas cerebrales, al final de la ola se produce un claro aumento de la intensidad de las ondas alfa y theta, que son las ondas de la calma y la relajación.
El surf no solamente permite sanar los traumas de las personas que sufren de estrés post traumático sino que tiene beneficios para otras enfermedades y discapacidades mentales.
A lo largo de los últimos 10 años se fueron desarrollando los programas de surf terapia con un amplio abanico de poblaciones, desde jóvenes con discapacidades hasta veteranos de guerra PTSD. La Asociación Internacional de Surf Terapia (ISTO) la define como un método de intervención que combina la enseñanza del surf/surf y actividades estructuradas individuales o en grupo que promueven el bienestar psicológico, físico y psicosocial.
Habilidades sociales y tranquilidad
Las personas con Trastorno del Espectro Autista (TEA) son particularmente receptivas a este tipo de terapia que favorece el desarrollo de sus habilidades sociales y mejora su estado emocional y de autoconfianza. Al igual que correr, el surf es un deporte solitario que implica movimientos repetitivos y requiere determinación y resistencia. Este tipo de actividad encaja con las características de la mayoría de las personas con TEA. Asímismo, el surf no requiere reglas complicadas ni el contacto cercano con otras personas y ofrece el acceso a una rápida autonomía.
Recientes programas de surf terapia con niños con TEA han demostrado que el océano resulta ser un ambiente terapéutico con una cantidad de estimulaciones sensoriales suficientes para los participantes con TEA. Asímismo la estrechez del traje de neopreno, según algunos padres entrevistados, parece tener efectos beneficiosos, ya que muchas personas con TEA buscan este tipo de sensación de presión/contención que les lleva a tranquilizarse.
En conclusión, a principios de 2023, el Comité Nacional Olímpico y Deportivo Francés (CNSOF) anunció oficialmente que las actividades relacionadas con el surf se incluirían próximamente en el ámbito del deporte con prescripción médica francés. Mas países deberían tomar ejemplo de este reconocimiento medico que Francia le otorgó al surf y así participar en el desarrollo de métodos y herramientas naturales para el bienestar emocional y la salud mental de sus poblaciones.
Por Clara Chardón