La ansiedad es una compañera habitual en el mundo del deporte. Quienes entrenan con dedicación, esfuerzo y constancia saben que no todo se juega en el terreno físico. La mente también compite. Esa mezcla de nervios, expectativas y presión que sentimos antes de una gran cita puede ser tan determinante como el entrenamiento técnico o físico. En ocasiones, incluso puede sabotear el rendimiento si no aprendemos a gestionarla adecuadamente.
En este artículo queremos compartir, desde nuestra experiencia como psicólogos deportivos, una guía completa para entender, manejar y transformar la ansiedad en una aliada antes de competir. Porque la mente, al igual que el cuerpo, también se entrena.
Te damos algunos consejos psicológicos para reducir el nerviosismo, mejorar la respiración y la visualización positiva, aumentando seguridad y rendimiento en situaciones de presión.
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¿Qué es la ansiedad deportiva?
La ansiedad, en el contexto deportivo, es una respuesta emocional ante una situación percibida como desafiante o amenazante. No se trata necesariamente de algo negativo: es una activación natural del organismo que prepara al cuerpo y la mente para rendir. Sin embargo, cuando esa activación se desborda, puede generar bloqueos, pérdida de concentración, rigidez muscular, pensamientos negativos o incluso miedo al fracaso.
En otras palabras, la ansiedad no es el enemigo, sino una señal de que algo importante está por venir. El reto está en regularla para que juegue a nuestro favor y no en contra.
Entendiendo los síntomas de la ansiedad precompetitiva
Antes de hablar de estrategias, es importante reconocer cómo se manifiesta la ansiedad. Cada persona la vive de forma distinta, pero los síntomas más comunes suelen ser:
- A nivel físico: taquicardia, sudoración excesiva, tensión muscular, respiración acelerada, molestias digestivas o sensación de fatiga.
- A nivel cognitivo: pensamientos repetitivos (“voy a fallar”, “no estoy preparado”), dificultad para concentrarse o tendencia a imaginar escenarios negativos.
- A nivel emocional: miedo, inseguridad, irritabilidad o sensación de pérdida de control.
Identificar estos signos es el primer paso. Solo cuando tomamos conciencia de lo que sentimos, podemos empezar a regularlo.
Por qué la ansiedad puede afectar al rendimiento
El rendimiento deportivo óptimo requiere un nivel equilibrado de activación. Si estamos demasiado relajados, nos falta intensidad. Si la activación es excesiva, la tensión interfiere en la coordinación, la precisión y la toma de decisiones.
Esta relación se conoce como la curva de Yerkes-Dodson, que explica que existe un punto medio ideal de activación en el que rendimos al máximo. Superarlo puede llevarnos al bloqueo, a cometer errores o incluso a perder el disfrute de la competición.
Por eso, el trabajo psicológico no busca eliminar la ansiedad, sino entrenar la mente para regularla. Se trata de pasar del descontrol al control, del miedo a la motivación.
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10 consejos psicológicos para reducir la ansiedad
1. Aceptar la ansiedad como parte del proceso
Uno de los errores más comunes es intentar “no sentir” ansiedad. Cuanto más luchamos contra ella, más fuerza cobra. En cambio, si aprendemos a aceptarla como una emoción natural, su impacto disminuye.
Aceptar no significa resignarse, sino reconocer que la ansiedad es una señal de compromiso. Sentir nervios antes de competir es un recordatorio de que nos importa lo que hacemos, de que hay ilusión detrás del esfuerzo.
Podemos comenzar cambiando nuestro diálogo interno. En lugar de decirnos “estoy muy nervioso, no puedo más”, podemos reformularlo como “mi cuerpo se está preparando para rendir”. Ese simple cambio de interpretación transforma la emoción en energía útil.
2. Aprender a respirar para calmar la mente
La respiración es una herramienta poderosa para regular la ansiedad. Cuando nos ponemos nerviosos, el cuerpo tiende a respirar de forma superficial, lo que aumenta la sensación de ahogo y acelera el pulso.
Entrenar una respiración diafragmática ayuda a recuperar el control fisiológico. Esta técnica consiste en respirar lenta y profundamente desde el abdomen, no desde el pecho.
Puedes practicarla así:
- Coloca una mano sobre el pecho y otra sobre el abdomen.
- Inhala por la nariz durante 4 segundos, llevando el aire hacia la zona abdominal (debería moverse más la mano inferior).
- Retén el aire 2 segundos.
- Exhala suavemente por la boca durante 6 segundos.
Repite este ciclo varias veces, centrándote en el movimiento del aire. Este tipo de respiración activa el sistema nervioso parasimpático, encargado de reducir la activación y generar calma.
Practicar esta técnica antes, durante y después del entrenamiento o la competición puede marcar una gran diferencia.
3. Trabajar la visualización positiva
La visualización es una de las técnicas más utilizadas en psicología deportiva. Consiste en imaginar de manera vívida una situación competitiva, anticipando el desarrollo del evento y el desempeño deseado.
Visualizar no es soñar despierto, sino entrenar mentalmente. Al imaginar con detalle los movimientos, sensaciones y emociones asociadas al éxito, el cerebro activa las mismas áreas neuronales que cuando realmente se ejecuta la acción.
Para practicarla:
- Busca un lugar tranquilo y adopta una postura cómoda.
- Realiza unas respiraciones profundas para centrarte.
- Imagina la escena de la competición desde tu perspectiva: el entorno, los sonidos, tu respiración, tu concentración.
- Visualízate actuando con calma, confianza y determinación.
- Añade una sensación de logro al finalizar la escena.
Repetir este ejercicio de forma regular refuerza las redes neuronales asociadas al rendimiento exitoso y reduce la incertidumbre antes del evento real.
4. Redirigir el diálogo interno
Durante los momentos de presión, nuestra mente puede volverse nuestro peor enemigo. Aparecen pensamientos automáticos como “no soy lo bastante bueno”, “voy a fallar” o “los demás son mejores”. Estos pensamientos alimentan la ansiedad y minan la autoconfianza.
El objetivo es detectar, cuestionar y sustituir esos pensamientos por otros más funcionales.
Por ejemplo:
- “No estoy preparado” → “He entrenado lo suficiente, solo necesito concentrarme en mi plan.”
- “Y si fallo” → “Los errores forman parte del aprendizaje; puedo recuperarme.”
- “Tengo miedo” → “Es normal sentir miedo; eso significa que estoy comprometido.”
Entrenar este diálogo requiere constancia, pero es una de las herramientas más potentes para aumentar la autoconfianza y mantener el foco.
5. Convertir la presión en motivación
La presión externa (expectativas, público, entrenadores, rivales) o interna (autoexigencia) puede generar ansiedad, pero también puede convertirse en un motor. Todo depende de cómo la interpretemos.
Si vemos la presión como una amenaza, el cuerpo se bloquea. Si la entendemos como un reto, el cuerpo se activa positivamente.
La reinterpretación cognitiva consiste en cambiar el significado que damos a la situación. En lugar de pensar “no puedo fallar”, podemos pensar “esta es una oportunidad para demostrar lo que sé”.
Esta simple transformación mental cambia la química del cuerpo: en vez de liberar cortisol (hormona del estrés), se liberan catecolaminas que mejoran la concentración y la energía.
6. Establecer rutinas precompetitivas
Tener una rutina antes de competir ayuda a reducir la incertidumbre y dar sensación de control. Los rituales precompetitivos —como escuchar música, realizar una secuencia de calentamiento o repetir una frase motivadora— ayudan a centrar la mente.
El objetivo es crear una secuencia que funcione como “interruptor mental” para entrar en modo competición.
Ejemplo de rutina:
- Llegar al lugar con tiempo.
- Preparar el material con atención.
- Realizar un breve calentamiento físico.
- Hacer 3 minutos de respiración diafragmática.
- Visualizar el inicio de la prueba.
- Repetir una frase clave como “confío en mi preparación”.
La repetición constante de esta rutina condiciona al cerebro para asociar esas acciones con calma y concentración.
7. Regular las expectativas y enfocarse en el proceso
A menudo, la ansiedad surge cuando ponemos el foco únicamente en el resultado: ganar, superar una marca o cumplir con lo que otros esperan de nosotros. Este tipo de pensamiento genera una presión innecesaria.
La clave está en redirigir la atención hacia el proceso: lo que depende de nosotros aquí y ahora.
Preguntarnos:
- ¿Qué puedo controlar en este momento?
- ¿Qué actitud quiero tener en la competición?
- ¿Cómo puedo disfrutar de lo que hago, más allá del resultado?
Cuando centramos la atención en la ejecución y no en la meta, el rendimiento mejora de forma natural. La mente se libera del peso del futuro y se enfoca en el presente.
8. Cuidar el descanso y la alimentación
La ansiedad también tiene una base fisiológica. El descanso, la alimentación y la hidratación son factores determinantes en la regulación emocional.
Dormir poco o alimentarse de manera desequilibrada puede aumentar la irritabilidad y disminuir la capacidad de concentración. En los días previos a una competición, es recomendable:
- Mantener una rutina regular de sueño (mínimo 7-8 horas).
- Evitar el exceso de cafeína y azúcares.
- Realizar comidas ligeras y equilibradas.
- Incluir alimentos ricos en triptófano (plátano, avena, frutos secos), que favorecen la producción de serotonina.
El cuerpo y la mente forman un mismo sistema. Si uno se desequilibra, el otro lo nota.
9. Aprender a disfrutar de la competición
Muchas veces, la ansiedad se alimenta del miedo al error o al juicio ajeno. Recuperar la capacidad de disfrutar del momento competitivo es fundamental para rendir mejor y vivir el deporte de manera saludable.
Pregúntate: ¿por qué empecé a practicar este deporte? Recordar la motivación inicial —la pasión, la curiosidad, el placer de superarse— puede ayudarte a relativizar la presión del resultado.
El disfrute y la autoconfianza son enemigos naturales de la ansiedad. Cuando conectamos con el propósito profundo que nos mueve, el miedo pierde fuerza.
10. Pedir ayuda profesional cuando sea necesario
Entrenar la mente requiere práctica, pero también acompañamiento. A veces la ansiedad se vuelve persistente o intensa, afectando no solo al rendimiento deportivo, sino también a la vida cotidiana.
En estos casos, trabajar con un psicólogo deportivo puede marcar la diferencia. A través de un proceso personalizado, se analizan los desencadenantes de la ansiedad, se entrenan técnicas de regulación emocional y se fortalece la resiliencia mental.
Buscar ayuda no es signo de debilidad, sino de compromiso con uno mismo y con el propio rendimiento.
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Convertir la ansiedad en energía positiva
La ansiedad previa a una competición no desaparece por completo, y tampoco es necesario que lo haga. El secreto está en convertir esa energía en impulso.
Cuando aceptamos la ansiedad, aprendemos a respirar, visualizamos el éxito y confiamos en nuestra preparación, algo cambia profundamente: dejamos de pelear contra la emoción y comenzamos a fluir con ella.
En ese punto, la mente y el cuerpo trabajan al unísono. La activación se convierte en concentración, los nervios en motivación, y la presión en rendimiento.
La ansiedad es parte del viaje de todo deportista. No importa el nivel ni la disciplina: todos hemos sentido ese cosquilleo antes de competir. Lo importante es aprender a interpretarlo, gestionarlo y aprovecharlo.
Como psicólogos deportivos, creemos que la clave está en entrenar la mente con la misma disciplina con la que se entrena el cuerpo. La preparación mental no solo mejora el rendimiento, sino también la experiencia vital del deportista: permite disfrutar, aprender y crecer con cada desafío.
Recuerda: no se trata de no tener ansiedad, sino de aprender a convivir con ella y transformarla en tu mejor aliada.
Por UPAD Psicología y Coaching

