Cualquiera de nosotros relacionaríamos rápidamente el concepto de un “mundo ideal” a la existencia de recursos suficientes para abastecer a todas las personas, sin excepciones ni desigualdades. Si bien la razón por la que esto no sucede no reside tanto en la cantidad de recursos de los que disponemos sino en su reparto, lo cierto es que resulta una idea que roza la ingenuidad, ya que la probabilidad de que se produzca es prácticamente nula. Sin embargo, dando por hecho que esta utopía pudiera realizarse, ¿sería la solución a los problemas existentes? ¿Proporcionaría bienestar a toda la población? Y lo más importante, ¿sería sostenible a largo plazo?
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Recursos y necesidades de un mundo sostenible
En torno a estas cuestiones, existen muchas opiniones dispares y ninguna realidad demostrable. Es evidente que, al ser una propuesta muy general y poco precisa, no es posible hacer un juicio riguroso sobre ello, ya que la vida de las personas se ve influida por una infinidad de factores y, aunque no hay duda de que la accesibilidad a los recursos básicos es uno de ellos, no tiene por qué determinar el bienestar de alguien en su totalidad. Por lo tanto, en caso de que centremos el tema únicamente en la obtención de recursos para cumplir las necesidades primarias de cualquier ser humano, diríamos obviamente que sería un enorme avance para el mundo, pero su sostenibilidad a largo plazo ya es más cuestionable.
En primer lugar, es lógico pensar que la consecuencia directa de que los recursos fuesen accesibles para toda la población sería que se produjese un aumento repentino de la masa poblacional, debido a la mejora de las condiciones de vida y la capacidad de los individuos para sustentarse a sí mismos y a sus descendientes. Después, a causa de este crecimiento, lo normal sería que la población fuese encaminada inevitablemente a una sobrepoblación que en algún punto haría colapsar el sistema ante la incapacidad de abastecer a todos los miembros. Sin embargo, numerosas investigaciones han tratado de demostrar que nunca se llegaría a alcanzar este punto crítico y que la población acabaría destruyéndose, no por déficit de recursos como cabría esperar, sino antes por el colapso en la estructura social y mental de los individuos.
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Experimento Universo 25
Uno de los experimentos más famosos en este ámbito fue el que realizó John Bumpass Calhoun entre finales de los años 60 y principios de los 70, conocido como “Experimento Universo 25”. En él, Calhoun introdujo en un espacio limitado, sin ningún tipo de peligro ni amenaza, un total de ocho ratones (cuatro machos y cuatro hembras) y puso a su disposición recursos que según sus cálculos eran suficientes para proveer a 3500 ratones. Como estaba previsto, la población creció exponencialmente y durante ese tiempo el mundo creado a estos roedores era parecido a un paraíso para ellos.
Con el paso del tiempo, este crecimiento fue disminuyendo y empezaron a aparecer anomalías en el comportamiento de los ratones. Pese a no existir falta de recursos ni amenazas externas, los ratones comenzaron a presentar conductas agresivas y, debido a la cantidad de individuos, se originaron conflictos y disputas territoriales para conseguir un espacio más amplio en el que estar cómodo. Estos hechos conllevaron una retahíla de sucesos antisociales como agresiones, ratones apáticos poco interactivos, pérdida de fertilidad, roles poco funcionales dentro del grupo y luchas dentro de las familias, llegando a extremos como el canibalismo.
Este experimento se repitió decenas de veces y todas ellas acabaron con el mismo resultado. Según este patrón, se producía un colapso social y la población comenzaba a disminuir hasta desaparecer sin existir aún escasez de ningún tipo de recurso ni amenazas externas. La propia sobrepoblación era la causante y única responsable de ese final. Más en concreto, se ha llegado a la conclusión de que esto se debe al número de interacciones que los animales se veía forzados a realizar, más que a la cantidad de individuos que compartían una determinada área.
Claramente estos resultados no se pueden aplicar o suponer en la sociedad humana ni permiten extraer grandes conclusiones, ya que la diferencia entre ambos tipos de sociedades es abismal, pero si nos puede dar una idea de ciertos patrones de comportamiento que podemos observar en el día a día. En este sentido, queda claro como a medida que aumenta la densidad de personas que coexisten en un mismo espacio, también lo hacen las conductas violentas y antisociales, el estrés y el malestar.