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Gamificación: el aprendizaje divertido a través del juego

Intenta evocar el recuerdo más antiguo que poseas de tu vida. Sumérgete en él y revívelo. Es más que probable que dicho recuerdo sea un momento de felicidad, jugando o por lo menos, relacionado con un objeto con el que habitualmente utilizaras en el juego.

Quizás no lo supieras pero el juego es considerado por los expertos como una de las principales actividades del ser humano y pese a que parezca una actividad trivial y de disfrute, aporta a quien lo practica beneficios de todo tipo y, a quien lo observa, mucha información sobre la manera de comportarse del otro.

El juego: una fuente de aprendizaje y bienestar

Pese a que no hay unas características concretas sobre cómo debería ser el juego ideal, muchos investigadores están de acuerdo en señalar los siguientes rasgos como imprescindibles (independientemente de si se utilizan objetos o si se centra en la actividad física):

  • El juego es una actividad placentera y agradable, es habitual ver a los niños reír y disfrutar mientras juegan y se suele recordar como tal.
  • No tiene objetivos extrínsecos, es decir, se caracteriza (y se debería valorar) más por el proceso que se lleva a cabo durante el mismo que por los resultados obtenidos.
  • Suele ser espontáneo, aunque también se puede preparar.
  • Implica participación activa y movimiento.
  • Por lo general es absorbente y genera emociones positivas en quienes lo practican.
  • A menudo tiene una realidad privada con normas conocidas por los participantes.
  • No es literal.
  • En muchas ocasiones requiere de imaginación para llevarse a cabo.

Según lo estudiado, se ha visto que existe una necesidad por el juego debido a que los beneficios que produce en el desarrollo son muchos y pueden darse tanto a corto como a largo plazo.

El uso del juego en la educación

A nivel académico, muchas investigaciones apuntan a que el juego está relacionado con el desarrollo de la lectura, la escritura, el lenguaje y/o las matemáticas. Además, cuanto más atractivos e interesantes sean los ambientes donde se adquieran estas competencias, como por ejemplo en los centros educativos, la velocidad de aprendizaje será mucho mayor (y eso lo favorece el juego). Asimismo, a nivel afectivo, el juego admite que los niños adquieran habilidades de autorregulación, fomenta las competencias sociales y la confianza, permite que aprendan a negociar con los otros, a tomar turnos y a participar en comportamientos socialmente apropiados.

Teniendo en cuenta todo ello, resulta realmente sorprendente que el juego haya sido tan devaluado en nuestra cultura. Se dice que en los últimos años, más de 30.000 colegios han reducido tiempo de descanso para dejar más espacio para las clases, llegándose a perder más de 8 horas de tiempo de juego por semana. ¿Y cómo se explica esto? Parece que lo que ocurre es que muchas personas no se dan cuenta que el juego y el aprendizaje están tremendamente relacionados: cuando los niños juegan están aprendiendo.

Sumado a ello, otra cosa que mucha gente no sabe es que el juego no es solo beneficioso para los niños sino que en alguna que otra ocasión es realmente favorecedor para los adultos. Cada vez es más común oír a amigos decir que se van de convivencia con los del trabajo, o que en su empresa han organizado jornadas de team building para estrechar lazos y conocerse los unos a los otros en contextos no laborales… Todas estas actividades consisten en adaptar juegos y actividades lúdicas a la edad adulta para que dichas personas sean capaces de desarrollar, como en el caso de los niños, emociones positivas asociadas a éste (alegría, disfrute, gratitud, flujo, bienestar…).

Uno de los ejemplos que más ha llamado la atención en los últimos días, es el caso de la Selección Española de Fútbol, en la que, con el cambio de entrenador, se han modificado también algunos aspectos “extra-deportivos”. Luis Enrique siempre se ha caracterizado por ser una persona que ha ido a contracorriente: se fue del Madrid al Barça, cuando colgó las botas se pasó al mundo del triatlón (y concretamente a la modalidad más dura, el Ironman), observa los entrenamientos desde lo alto de un andamio y siempre ha dado un papel principal al aspecto mental en el fútbol (de hecho, en más de una ocasión ha manifestado que una de las figuras principales de su cuerpo técnico es Joaquín Valdés, el psicólogo).

El caso es que cada vez que hay una concentración de “La Roja”, aprovecha para que sus muchachos hagan algo distinto al fútbol, se diviertan y jueguen. La primera vez llevó a los futbolistas a un Escape Room y la semana pasada, jugaron una partida de Láser-Tag. A parte de fomentar la creación de vínculos entre los jugadores (que recordemos, pertenecen a distintos equipos), estos juegos permiten al cuerpo técnico observar muchos aspectos relacionados con el equipo: qué personas se disponen a tomar decisiones importantes relacionadas con la actividad (líderes de tarea), quiénes son aquellos que gastan bromas y contagian al resto (líderes de emoción), quienes optan más por acatar lo que dicen otros…

Parece, por tanto que independientemente de la edad, las personas aprendemos y trabajamos de manera más eficaz en contextos lúdicos que requieren cierta participación activa. En la medida en que los colegios y las empresas (re)aprendan esto, resultaría lógico que el clima que se respire sería más distendido y la posibilidad de obtener los resultados esperados, mucho mayor.

En definitiva, si la vida es un juego, aprovechemos para divertirnos en todos los contextos y a todas las edades.

Por Félix Marquiegui Carrasco.

@_fmcar_.

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